Sabemos que a los que nos dedicamos a la virtualización del patrimonio normalmente se nos imagina pegados a la pantalla de un ordenador, probablemente en un cuarto oscuro, trasteando continuamente con complejas aplicaciones en 3D y renderizando a todas horas pero, aunque parezca mentira, en muchas ocasiones salimos de nuestros agujeros y respiramos todo el aire puro del que habitualmente nos privan PhotoScan o Blender. Algunos de nosotros, exalumnos del Curso de Especialización en Virtualización del Patrimonio, estuvimos en el sOpA’13, el I congreso internacional sobre educación y socialización del patrimonio en el medio rural. La virtualización a la que nos dedicamos no se entiende sin un buen manejo de la tecnología pero tampoco sin tener en cuenta al público y a la sociedad con las que continuamente nos relacionamos, por eso se nos antojaba tan importante estar presentes allí, en Malpartida de Cáceres.

 

La experiencia fue impresionante: cientos de profesionales recorrimos las calles de esta pequeña población cacereña durante cinco días aprendiendo muchísimo más de lo que allí habíamos ido a enseñar. Aunque no sé si teníamos el derecho de enseñar algo o si realmente podíamos hacerlo. Sea como fuere, llegamos allí y nos convertimos en esponjas –de las que levantan jarras y de las que no–, intentando empaparnos todo lo posible de las ideas rompedoras que allí se presentaron, de los proyectos en los que el patrimonio parecía volver por fin a aquel al que siempre ha pertenecido: al pueblo. Se comenzaron a resquebrajar muchos de nuestros esquemas de una forma que todavía, hasta que no llueva un poco más, nos es difícil de encajar. Quizás comenzamos a diferenciar entre divulgación y socialización, donde parece que la primera es un paso sine qua non para la segunda, pero ambas son de igual importancia. Aprendimos que es necesario y enriquecedor apreciar el trabajo que gente de todas las edades, en especial los niños, pueden hacer en proyectos relacionados con el patrimonio, y las ventajas de futuro que tienen estas iniciativas para sensibilizar sobre la importancia de nuestra cultura y nuestro pasado. Pero más que todo ello, si algo pudimos sacar en claro de aquel magnífico galimatías, es que el patrimonio lo construyen las personas, lo construimos todos. No tiene ningún sentido ocuparse de su estudio si el fin último no es recordar la vida de las personas ya desaparecidas y hacer mejor la de aquellas que todavía habitamos este jodido planeta. Y si nos volvimos a nuestras granjas de render –menos rurales de lo que nos gustaría– con alguna idea, esa fue que es posible, gracias a la dedicación al patrimonio, realizar ambas cosas: recuperar la memoria perdida y aumentar la calidad de vida de todos. ¿Hay algo mejor que ello para ponerse con más ganas que nunca a seguir trabajando?

En fin, vayámonos a lo que aquí más nos interesa: el papel de la virtualización y la tecnología en la socialización del patrimonio. La verdad es que fue un tema del que no se habló demasiado dado el ambiente rural en el que nos movíamos. Si nuestro público es rural probablemente no entienda mucho de tablets, y no es muy difícil comprenderlo. Sin embargo, si pululamos por allí los virtualizadores no fue simplemente por cotillas: proyectos como el del Convento de San Antonio de Padua de Garrovillas de Alconetar (Cáceres), presentado por Marco Antonio Aza Lozano, entre otros, o mis propias pinceladas sobre la divulgación del Horno de Montesa (Valencia) nos ayudaron a entender que las nuevas tecnologías también tienen un papel en la socialización del patrimonio rural: poner en valor estos restos que, encontrándose en un ámbito extra-urbano, pueden ser conocidos por gente del mismo pueblo, de la capital cercana o de cualquier parte del mundo gracias a las reconstrucciones, videos, presentaciones, motores de juego, etc. Juan Diego Carmona, también exalumno de este curso, arquitecto y muchas cosas más, dejó de lado la virtualización para hablar de la recuperación de la construcción tradicional de bóvedas de origen portugués en la Extremadura profunda. Un crack, vamos. Y otros profesionales, llegados desde todas las esquinas de nuestra península, trataron los códigos QR, la realidad aumentada y los motores de juegos o los catálogos online de patrimonio.

En fin, la virtualización se dejó oler pero quizás no tanto como nos hubiera gustado o no tan engarzada con la socialización como normalmente creemos desde las sillas de nuestros escritorios. Surgen así, de forma inmediata, las dudas: ¿Realmente estamos tan conectados con la sociedad como deberíamos? ¿Es suficiente hacer reconstrucciones como churros si no salimos a la calle, hablamos con la gente y les preguntamos? ¿Qué necesita de verdad la sociedad de un código QR o de una aplicación de realidad aumentada? ¿Forzamos en ocasiones la aplicación de la última de las últimas tecnologías sin tener en cuenta qué problema es el que de verdad nos va a solucionar?

Póster realizado por Juan Diego Carmona, sobre la documentación fotogramétrica de una construcción de arquitectura vernácula.

A todo esto se sumó el recelo sincero de un buen arqueólogo, escritor y amigo que estaba cansado de que todo se tuviera que hacer en 3D, de que a cualquier cosa se le tuviera que dar vueltas con el ratón y de que si en ocasiones no apostabas por el 3D te tacharan de anticuado. Y vaya si tiene razón. Muchos de nosotros caemos en ocasiones en el error de sobreexplotar el uso del 3D por el simple hecho de que sabemos hacerlo pero debemos tener muy en cuenta una cosa: que la tecnología no se debe usar en función de lo último que sabemos hacer sino en función de las necesidades que nos puede cubrir.  Antes de nada debemos preguntarnos sobre el objetivo de nuestra investigación y después plantearnos las técnicas que mejor nos van a hacer cumplirlo. Las posibilidades de la virtualización a la hora de documentar, analizar, visualizar y difundir el patrimonio son increíbles pero debemos tener cautela para no tirarnos piedras contra nuestro tejado creando modelos muy bonitos pero carentes de significado, aplicaciones realizadas con la última tecnología pero huérfanas de discurso histórico, etc.

Como podéis ver, el SOPA’13 dio para largo y nuestra disciplina demostró estar a la orden del día, en pleno movimiento, inmersa en un campo de dudas y propuestas. Esta semana, además, hemos estado en el Roma 2.0 que se ha celebrado en Madrid, dentro de poco os dejaremos también nuestra crítica.

Autor: Pablo Aparicio Resco (@ArcheoPablo) Exalumno del Curso de Especialización en Virtualización del Patrimonio.